"Si ponemos una rana en una olla de agua hirviente, inmediatamente intenta salir. Pero si ponemos la rana en agua a la temperatura ambiente, y no la asustamos, se queda tranquila. Cuando la temperatura se eleva de 21 a 26 grados, la rana no hace nada, e incluso parece pasarlo bien. A medida que la temperatura aumenta, la rana está cada vez más aturdida, y finalmente no está en condiciones de salir de la olla. Aunque nada se lo impide, la rana se queda allí y se cocina. ¿Por qué? Porque su aparato interno para detectar amenazas a la supervivencia está preparado para cambios repentinos en el medio ambiente, no para cambios lentos y graduales".
Del mismo modo, las organizaciones y las personas estamos preparados para afrontar cambios repentinos en el entorno con grandes posibilidades de éxito, y también de igual forma caemos víctimas del sindrome de la rana hervida, incapaces de reaccionar ante lentos y graduales cambios a nuestro alrededor.
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